Para algunos de quienes estudiábamos en la Universidad de Costa Rica (UCR) en la década de los años 80, elegir la carrera de bibliotecario era sinónimo de aburrimiento. ¿Quién querría ordenar libros en estantes el resto de su vida? En ese momento, no teníamos idea de la evolución que estaba experimentando esta especialidad y que transformaría a sus profesionales en científicos de la información.